viernes, 23 de abril de 2021
lunes, 12 de abril de 2021
La Egiptología en la obra de Federico Cantú
A 100 años del Muralismo
Adoración al sol Ameneofis IV – Nefertiti
Pintura al Fresco 1951
Colección Patrimonio del estado de Nuevo León - CONARTE
A principios de 1798, Napoleón Bonaparte era un joven y popular general recién llegado de una exitosa campaña en Italia. Sin embargo, su carisma y sus ambiciones políticas eran tales que inquietaban al Directorio que regía Francia. Así pues, con el objetivo de alejarle de los círculos conspiradores de la capital, el Directorio le propuso proyectar la invasión de Gran Bretaña. Napoleón desestimó el plan por la superioridad naval del país vecino, pero sí estudió la forma de debilitarlo, sobre todo económicamente, una idea a la que no dejaría de dar vueltas el resto de su vida. En aquellos momentos Gran Bretaña, perdidas sus colonias americanas, dependía en gran medida de las materias primas procedentes de la India. Napoleón pensó que si lograba cortar la comunicación con su colonia asiática, el Imperio británico acabaría estrangulado. La forma de hacerlo era conquistando Egipto y Siria, entonces bajo soberanía otomana.
La Campaña de Egipto y Siria (1798-1801) fue una expedición militar francesa llevada a cabo por el general Napoleón Bonaparte y sus sucesores, cuyo objetivo era conquistar Egipto para cerrar a los británicos el camino a la India en el marco de la lucha contra Gran Bretaña, única potencia hostil a la Francia revolucionaria. La expedición terminó siendo un fracaso, pero gracias a ella Europa pudo redescubrir las maravillas de la antigüedad faraónica.
A principios de 1798, Napoleón Bonaparte era un joven y popular general recién llegado de una exitosa campaña en Italia. Sin embargo, su carisma y sus ambiciones políticas eran tales que inquietaban al Directorio que regía Francia. Así pues, con el objetivo de alejarle de los círculos conspiradores de la capital, el Directorio le propuso proyectar la invasión de Gran Bretaña. Napoleón desestimó el plan por la superioridad naval del país vecino, pero sí estudió la forma de debilitarlo, sobre todo económicamente, una idea a la que no dejaría de dar vueltas el resto de su vida. En aquellos momentos Gran Bretaña, perdidas sus colonias americanas, dependía en gran medida de las materias primas procedentes de la India. Napoleón pensó que si lograba cortar la comunicación con su colonia asiática, el Imperio británico acabaría estrangulado. La forma de hacerlo era conquistando Egipto y Siria, entonces bajo soberanía otomana, y desde allí pasar a la India. Presentó el plan al Directorio. La idea era arriesgada, teniendo en cuenta que el Mediterráneo lo controlaba la escuadra británica, pero el órgano ejecutivo dio luz verde al proyecto.
Pasados dos siglos, quizá lo único positivo de aquella aventura, aunque no fuera el objetivo de Napoleón, es que sirvió para que Europa redescubriera las maravillas del antiguo Egipto y se diera un serio impulso a la Egiptología.
Neferjeperura Amenhotep, también conocido como Ajenatón, Akhenatón o Akenatón, Amenhotep IV o Amenofis IV, fue el décimo faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Su reinado está datado en torno al 1353-1336 a. C. y pertenece al periodo denominado Imperio Nuevo. En el cuarto año de su reinado, cambió su nombre a Neferjeperura Ajenatón.
Dentro de la historia del Antiguo Egipto, su reinado inicia el denominado Período de Amarna, debido al nombre árabe actual del lugar elegido para fundar la nueva capital: la ciudad de Ajetatón, esto es, «Horizonte de Atón». Es célebre por haber impulsado transformaciones radicales en la sociedad egipcia, al convertir al dios Atón en la única deidad del culto oficial del Estado, en perjuicio del, hasta el momento, predominante culto a Amón. El nuevo culto se centraba en la superioridad del dios Atón por encima de los demás dioses egipcios, es decir, una religión con una base monoteísta, dejando al resto del panteón egipcio fuera de todo culto. El propio faraón sería el intermediario del dios. Este cambio tuvo grandes consecuencias. Hubo fuertes discrepancias entre la sociedad, ya que se había eliminado de cuajo el culto a los antiguos dioses, muy arraigado entre la población que hasta ese momento era politeísta. Es el primer reformador religioso del que se tiene registro histórico. Su reinado no solo implicó cambios en el ámbito religioso, sino también reformas políticas y artísticas.
Aunque tardíamente descubierto y todavía poco conocido, está considerado por muchos historiadores, arqueólogos y escritores como uno de los faraones más interesantes.
El cargo de Gran Esposa Real (Ta hemet nesu) fue ejercido por Nefertiti, a quien históricamente se le ha adjudicado una gran belleza física y unas grandes dotes como gobernante. Con ella, la figura de la Gran Esposa Real alcanzó cotas nunca vistas, como lo demuestra el hecho de que haya registros con los nombres de Ajenatón y Nefertiti en cartuchos reales, algo inusual en otros reinados. Una teoría sostiene que llegó a ser corregente junto a su marido, con el nombre de Neferneferuatón
Neferneferuatón Nefertiti (c. 1370 a. C.-c. 1330 a. C.) fue una reina de la dinastía XVIII de Egipto, la primera gran esposa real de Akenatón.
Su papel político y/o religioso en el desarrollo de la experiencia amarniana fue fundamental.
Su reinado se distingue por la frecuencia con que se realizaron representaciones monumentales que evocaban a la pareja real en la intimidad, y en especial la proximidad de sus hijas (jamás antes de esa época el arte oficial había representado a los soberanos en escenas familiares y privadas).
Algunos egiptólogos creen que ella fue la persona que reinó con el nombre de Semenejkara, que se asociara primero y sucediera brevemente después a Ajenatón (Akenatón) tras su muerte. Sí hay acuerdo en cuanto a su influencia en el reinado de Ajenatón, como gran esposa real. Su desaparición de las representaciones coincide con la asociación al mando de Semenejkara, que es también la primera mención de este personaje, lo que ha dado lugar a suponer tal identidad. El busto de Nefertiti es una de las esculturas egipcias más conocidas. A pesar de sus 3500 años de antigüedad, conserva los colores originales.